PRÓLOGO:
Dos nobles familias, de alcurnia par,
De la bella Verona ciudadanos.
De antigua rabia rebrota el odiar:
La sangre en la paz empaña las manos.
De los dos enemigos las entrañas,
Pareja amante, malhadada, brota,
Cuyas tristes, amorosas hazañas
Dejan, en su muerte, querella rota.
NARRACIÓN:
El íntimo de Romeo, Mercuchio,
En la plaza, a Teobaldo, osa afrentar.
¿Dónde estás, mi amigo, que no te escucho?
Al Capuleto va ciego a matar.
El príncipe al Montesco enamorado
Destierro (infierno, a él, cruel) le decreta.
El Conde Capuleto ha concertado
Con Paris esponsales a Julieta.
Rota en alma, en desalmada pasión
La bella a fray Lorenzo acude rauda;
Éste Ya pone en mortuoria prisión:
Su patraña aguarda que Fama aplauda.
Mas Romeo en yerro no ve el engaño,
Y aún con el arrebolado rubor,
Su calor, a pesar del beso huraño…
Ahoga en ponzoña afogado dolor.
Julieta la mano mueve y despierta
De ilusión expectante el corazón.
¡Ay! del amante la figura yerta
A su lado ve: tú, mi razón
De vivir… me arrebataste tu vida;
Y del veneno que, odiado, ansío,
Ni el rastro cato en la boca querida:
¡Hierro, llévame tú al deseado mío!
PRÍNCIPE:
¿Dónde, Capuleto, los enemigos?
Montesco, habladme ya de aquestos odios.
Acallando yo, perdí dos amigos;
Ved al recor los premiados alodios.
El cielo halla la forma de matar
Con amor las pérfidas alegrías.
Castigo a todos nos grava el azar;
Oscuras paces, este albor, y frías,
Nos trae: el sol en su luto a asomar Se niega.
Andad, las desgracias decid:
Unos perdón lograrán alcanzar,
Otros, castigo, humillados, sufrid.
Nunca de jóvenes bellos amantes
Historia tan triste se contará;
Ni mayor llanto habrá cual, luego o antes,
Por Romeo y Julieta se llorará.